Hoy quiero compartir una reflexión sobre una experiencia que viví acompañando a un profesional autónomo. Este individuo decidió emprender por su cuenta tras haber trabajado en una empresa de publicidad donde las jornadas interminables eran la norma. Sin embargo, se encontró repitiendo patrones similares: trabajó incesantemente durante cuatro días y noches, sin descanso ni alimentación adecuada, para cumplir con una entrega. Paradójicamente, buscaba escapar de esas mismas condiciones al hacerse autónomo.
Al analizar juntos lo sucedido, identificamos varios factores que contribuyeron a esta situación. El síndrome del impostor jugó un papel crucial; a pesar de su evidente talento, dudaba constantemente de sus capacidades y sentía que no merecía el éxito que estaba alcanzando. Esta inseguridad le llevó a buscar aprobación externa a toda costa, aceptando condiciones laborales insostenibles.
Además, carecía de habilidades para establecer límites claros con sus clientes. Un cliente particularmente exigente le llamaba hasta 30 veces al día, añadiendo nuevas tareas y mostrando un estado constante de pánico. La incapacidad para decir «no» y gestionar estas demandas resultó en una carga de trabajo abrumadora.
Esta experiencia nos enseñó que, como autónomos, no solo es esencial atraer clientes y ser excelentes en lo que hacemos, sino también gestionar nuestras propias emociones y establecer límites saludables. Es fundamental reconocer y desafiar las creencias irracionales que nos impulsan a comportamientos autodestructivos, como la necesidad de complacer a los demás a expensas de nuestra salud.
Tras este proceso de introspección, mi cliente logró reestructurar su enfoque profesional. Aprendió a valorarse más, triplicó sus honorarios y estableció límites claros con sus clientes, lo que mejoró su bienestar y la calidad de su trabajo. Esta transformación no solo impactó positivamente en su vida profesional, sino también en sus relaciones personales.
Compartir estas experiencias es vital para comprender que todos, en algún momento, podemos ser nuestros peores enemigos si no nos conocemos a nosotros mismos y tomamos medidas para corregir comportamientos nocivos. Si te has sentido identificado con esta historia y buscas apoyo para superar desafíos similares, te invito a contactarme y a suscribirte a mi newsletter para recibir más reflexiones y consejos.
Recuerda, el primer paso hacia el cambio es la conciencia. Una vez que hacemos visible lo invisible, podemos transformar nuestra realidad y, como la mariposa, emerger de la crisálida hacia una versión más plena de nosotros mismos.
Para profundizar en el tema del síndrome del impostor, te comparto este video que ofrece una perspectiva valiosa.